martes

Noventa minutos de contemplación

Empiezo a vivir en el mismo momento en que empiezo a ser palabra. Vine buscando hendijas, verbos por donde escaparme; madrigueras, adjetivos que me refugien en el espacio ínfimo de mi verdad.

Es mucho pedirle a noventa minutos de contemplación, pero los lunes se hacen excepciones. Una mano que explica y yo quiero sentir en mis labios , una boca que narra y yo quiero tomar su saliva, una encantadora de serpientes que deja entrever sus piernas como por descuido... tiza sobre el cielo verde... es más de lo que se puede pedir desde este lado de la cátedra.

Del lado donde sólo está ella, también una mirada oculta que me deja soñar en lo que sólo en sueños existe en perfecta sintaxis, semántica preciosa y ortografía impecable. Quince años de distancia dejan de ser excusa cuando gana la urgencia.

Empiezo a vivir en el mismo momento en que empiezo a ser palabra.

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